miércoles, 13 de febrero de 2013

Al morir el cuerpo, vive el alma

En el principio no había cuerpo y luego nos hicimos de una frágil, chiquitito, delicado, perfecto y nos dedicamos a descubrirlo, a acariciarlo, a etiquetarlo, a compararlo.

Luego hicimos del cuerpo una fiesta, un recipiente, un instrumento, una máscara, una novela. Se nos olvidó que se pudre, se arruga, se rompe, se rinde, que tiene fecha de caducidad temprana y lo arrastramos por la vida, por el suelo, por las camas, sacudiendo al alma en sus adentros, en sus rincones olvidada.

Cuando el cuerpo tiembla, nos acordamos del alma, de que por ahí sigue, de que tal ves ésta no envejece, o no se enferma o no se arrastra. Y nos olvidamos del cuerpo mientras danzamos con el alma, nos percatamos que no es inmune y también se rompe y se enferma y que es menos sencillo curarla. 

Y cuando muere el cuerpo, dicen que vive el alma, que esta es eterna, que no es de uno, que es una sola en conexión con todas las demás, que rejuvenece, renace, es luz y es música.

Y cuando muere el alma...el cuerpo le sigue 

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