jueves, 14 de febrero de 2013

El sol que no calienta

Suda mi piel muerta, fría, a la que el sol ya no calienta.

Corro en círculos, para igualar el dolor de mi cuerpo al de mi alma, para que me duelan los dos por igual y no arrastrar ni uno ni otro, cada zancada es una punzada en el pecho, cada calambre un recuerdo que se pierde en el aire, como se pierde la humedad de mi frente o tu rostro en mi memoria.

Me quedé sorda por el constante sonido del corazón en mi oído interno, no escucho mis pasos, ni a la gente, ni lo que voy orando, no me escucho ni por fuera ni por dentro, corro encerrada en una cápsula flexible que se contrae para dejar cada vez menos aire disponible.

Pero te veo madre, Tonantzin, veo tus palabras en el cielo de colores, siento tu abrazo,mi regalo de todos los días, me lo bebo todo, me sabe a sal, me sabe a tierra y a humo, se pintan rosas, naranjas y púrpuras tras los cerros ocres y lo despinto todo con un grito ahogado, con el llanto desbordado.

Me tiro al piso agotada, fría, sin aire, bajo el sol que no calienta.

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