lunes, 18 de febrero de 2013

Dolor Purificador

Desnuda en una tina de agua fría me entrego al dolor que purifica...

Han pasado días muy largos, las noches ya no las cuento, desde que duermo artificialmente no puedo recordar lo que sueño, solo sé que son pesadillas, y que tengo miedo, espero ansiosa bajo una cobija aborregada y tinta que el cielo se torne claro, al primer rayo de luz se tranquiliza mi espíritu y empieza el dolor.

De noche, cuando tengo miedo no siento dolor, no lloro, el miedo tiene alerta los sentidos, veo sonidos, escucho rostros, no distingo por más que quiero si estoy dormida o despierta, no puedo mover mi cuerpo, me veo desde lo alto, respiro lento. No he aprendido nada de mi compañero miedo, no lo entiendo.

De día, se que el dolor me tomará prisionera, no puedo esquivarlo, me es imposible ignorarlo, me duelen las piernas, tu ausencia, los ojos, el alma, el pecho, la piel descarnada, la base de la cabeza, cada vez que inhalo, cada paso que doy. De mi dolor creo que si he aprendido algo, lecciones de humildad que he tenido que repetir muchas veces, soy cabeza dura. Aprendí que no soy valiente, que mi cuerpo esta conectado a mi alma, que él mismo dejó de obedecerme, aprendí que el dolor el signo de vida, que purifica, que duele cuando mueren una células y nacen otras, cuando cambias de piel, cuando el corazón se rompe, cuando se tienen que enfrentar otras 20 horas despierta.

No voy a huir del dolor, me voy a envolver en él todos los días, lo abrazaré como al maestro paciente que no deja de darme lecciones, lo voy a inhalar muy lento y retenerlo en mis pulmones, dolor purificador, hasta la última de mis exhalaciones.



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