lunes, 11 de febrero de 2013

En el cerro más grande

Te lleve a cuestas, te dejé arriba...te espero aquí abajo.

Caminé hasta el cerro más grande, marcado por una cruz, testigo de tanto dolor, pensé que el cerro y yo nos haríamos buena compañía.

Tomé de entre tus cosas la que menos significó para ti, la hoja "de jade" que te regalé pensando que la llevarías contigo junto con las noches llenas de muerte y cempazuchitl, creyendo que me veías, me tocabas y me amabas a mi; pero era a ella. Yo le di significado a esa hoja y ahora se la iba a regalar al monte, a la tierra, iba a enterrarte junto con ella.

Caminé mucho tiempo, el viento frío me heló la nariz, llegué hasta la cima y lloré para despedirme de ti, de tanto dolor, de la ira, de un poco de rencor. Me senté en una roca y apreté entre mis manos la hoja, pensé en enterrarla pero recordé el último árbol que pasé en el ascenso, "la vida si que es un espejo", un mezquite que se aferraba a una erosionada roca y que parecía seco por completo, pero de la punta de sus quebradizas ramas brotaban pequeñas hojas pálidas que daban fe de que no había muerto aún.

Los árboles siempre lo han sido todo para mi, son metáforas perfectas, historias infinitas, seres mágicos; bajé hasta él, me cubrí bajo su sombra unos segundos, respiré su aire y te dejé en la más profunda de sus ramas donde solo un rayito de luz te iluminara, esa misma luz que te envío en mis oraciones, la misma luz que no veo desde hace tantas noches.

El resto del descenso fue difícil, fui llorando esta pequeña muerte mientras me aferraba a las piedras, fui dejando el dolor atrapado en los matorrales, esta tierra árida lo absorbe casi tan bien como al agua Llegué al camino aún con coraje, pensando en lo injusto que era tener que pasar por esto, sentirme así, pero el viento helado me calmó un poco, "vamos por un café", olvidé que iba acompañada, y me despedí del cerro más grande, de ti, del dolor, de la ira, de un poco de rencor.

Un sorbo de café y de luz...te espero aquí abajo.

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